¿Qué pasaría si pudiésemos estar conectados a todas horas y en cualquier lugar? ¿Si la información viajara tan rápido que cualquier cosa que nos ocurre diera la vuelta al mundo, en segundos?

Hace 20 años esto seguía siendo ciencia ficción, con algún atisbo de futuro próximo. Sin embargo, la tecnología nos ha cambiado la forma de entender y procesar la información, y esto ha desvirtuado la naturaleza humana convirtiéndonos (queramos o no) en repeticiones infinitas, entre los estereotipos del dogma clásico de la sociedad y las experiencias globales experimentadas, al unísono, a través de las redes. Nos hemos convertido en individualistas que exhiben su vida, buscando siempre un buen ángulo para mostrarnos, y qué deciden qué criticar o qué defender mediante un consenso masivo de likes.

HERL, de la mano del artista Philip Mcq, aparece en nuestras vidas para mostrarnos ese exceso de falta de empatía que padecemos, intentando agradar constantemente, asumiendo el rol social al que creemos pertenecer y viendo la vida de los demás a través de las pantallas. Desconexión. Más que falta de empatía, carecemos de la sensibilidad de la cercanía; o la hemos perdido. Hemos pasado de reconocer la escasez que nos rodea a la firma de solicitudes para solucionar desigualdades en la otra parte del mundo, tan rápido como el movimiento de nuestros pulgares.

Philip Mcq hace de HERL un experto en cultura popular, mediante un estudio exhaustivo sobre la condición humana en la sociedad tecnológica. Un personaje neutro que sabe reírse de sí mismo; la virtud que nos hace crecer, avanzar y tomarnos la vida desde una perspectiva menos agresiva.

Como buen cronista, HERL comenzó inundando las calles, con su mascarilla, en una anacrónica pandemia que nos obligó a centrar todos nuestros esfuerzos en permanecer sanos mientras contemplábamos la vida desde pantallas.

Roy Laguna Director artístico LCAmálaga