DOS PÚGILES Y 23 PIES

No es fácil ver como aquellos a los que hemos acompañado, protegido y guiado, de pronto, emprenden su camino individual, su propio camino; su vida. Es quizás por eso que se despide de la infancia y le da la bienvenida a la vida adulta, mostrando sus hijos como púgiles sobre un cuadrilátero que deben enfrentarse a la vida con todo lo que, como padre, les haya podido enseñar: “ser libre conlleva riesgos, pero vale la pena”. Criar no es dar certezas, sino herramientas. Se trata de preparar a los hijos para que puedan tomar decisiones por sí mismos, incluso cuando no las entendamos.
Cometerán errores, pero ¿quién no? La crianza implica ir soltando, sin desaparecer del todo y permitir que se alejen. Y como cuidadores, o padres, trascendemos por haberles enseñado a caminar por su cuenta.
En la obra de David Burbano, la familia no es solo un tema, es el terreno donde todo se gesta. Su estudio es su casa, porque su vida se convierte en material sensible para construir imágenes que trascienden su propia historia e identidad. Una historia compartida con sus padres, su mujer, pero sobre todo con sus hijos, transformados en testigos y protagonistas del tránsito vital del artista.
David va por la vida como quien no sabe quién ha sido, siempre mirando hacia delante. Son sus fotografías y las imágenes de sus hijos, las que marcan el paso de la vida, del aprendizaje, de lo que fuimos, lo que somos y en lo que nos convertiremos cuando dejemos de existir.

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