ANAÏS ALDANA – ANALOGÍA DE UN DESNUDO
En ocasiones el espectador que acude a la contemplación del arte contemporáneo, se siente confuso y desconcertado, sin saber muy bien qué pensar sobre lo que está viendo. No es el caso de esta exposición excepcional de la artista catalana Anaïs Aldana, que se muestra en La Casa Amarilla Málaga. No solo porque sus dibujos persiguen el realismo hasta el mínimo detalle, sino también porque la simbología que impregna su obra es cercana y accesible sin perder profundidad ni reflexión, y el espectador enseguida comprende y empatiza.
Analogía de un Desnudo es sobre todo una obra íntima y personal, donde Anaïs utiliza su propia figura para expresar lo que nos identifica a todos como personas sin más. Los desnudos de Anaïs no representan el cuerpo, la cáscara, no son poses forzadas de estudio para destacar la figura femenina como si fuera un jarrón, un ramo de flores o cualquier otro objeto bello; al contrario, la postura sin afectación ni fingimiento huye del convencionalismo de la femineidad. De esta manera, la artista construye su propia identidad, como persona y como mujer, sin estereotipos ni máscaras, mostrando tres momentos de intimidad en los que ser ella misma, y que el espectador identifica con su propia intimidad e identidad.
Una de las características más llamativas de la obra de esta artista es la representación del cabello. El cabello ha sido un símbolo visible desde la antigua Grecia hasta la modernidad, y desde el lejano oriente hasta Lady Godiva. No cabe duda que Anaïs se siente profundamente identificada con este rasgo físico que convierte en parte de su personalidad y de su arte. No sólo representa el cabello de la figura humana de manera minuciosa y dramáticamente realista, sino que también elabora complicados dibujos donde el cabello es el protagonista, donde se convierte en mar que envuelve, arropa y protege y también en telón que esconde y encubre el lado oscuro y oculto de uno mismo que a nadie se enseña.
Anaïs estudia la identidad a través de la suya propia, traspasando las barreras impuestas por la sociedad, que nos obliga a asumir identidades artificiales que no nos representan; al hacerlo invita a cada observador a reflexionar sobre su propia identidad: la que muestra en público y la que guarda para sí mismo en la intimidad.